Dr. John Virapen trabajó más de 35 años en la industria farmacéutica. En
Suecia se desempeñó como gerente general de Eli Lilly & Company y
estuvo involucrado en el lanzamiento al mercado de varios medicamentos
con efectos secundarios masivos. John Virapen ha escrito su
primer libro sobre su actividad como gestor en la industria farmacéutica
en 2006 bajo el seudónimo de "John Rengen", el libro "Rubio Talks -- A
story from a Pharma-Insider". A principios de 2008 su nuevo libro " Side
Effects: Death" fue publicado y es actualmente un best-seller en
Europa. John Virapen está arrepentido y ahora se dedica a exponer y
crear conciencia sobre cómo la industria farmacéutica está operando con
su propio interés como objetivo primordial. "
Artículo interesantérrimo que nos llega calentito de nuestra enviada especial en Bruxeles SUPER MO y que está copiapegado de BLOG PRINCIPIAMARSUPIA DE PUBLICO
El escándalo de la reboxetina debería haber encendido todas las
alarmas. Aprobada en muchos países europeos desde finales de los 90, la REBOXETINA es el principio activo de un fármaco para la depresión clínica.
En año 2010, un grupo de investigadores alemanes publicó en el British Medical Journal un estudio que demostraba que no
sólo el medicamento era inefectivo, sino que, además, la compañía
farmacéutica había ocultado a la comunidad médica aquellos tests que le
eran desfavorables. De 7 ensayos clínicos contra placebo, 6
mostraban que la reboxetina no era más eficaz que el placebo. Ninguno de
esos 6 estudios fue publicado en revistas científicas. Además, en los
ensayos clínicos contra otros antidepresivos, la compañía farmacéutica
había eliminado tres cuartas partes de los datos.
(Nota: el artículo del British Medical Journal que destapó el caso es gratuito y podéis leerlo aquí).
Inexplicablemente, en España la reboxetina sigue siendo comercializada por Pfizer bajo los nombres “Norebox” e “Irenor” (números de registro 61969 y 63157
en la Agencia Española del Medicamento). La agencia federal que
supervisa los fármacos en los EEUU (conocida por sus siglas, FDA) nunca
aprobó la reboxetina por falta de eficacia probada.
Pfizer no es la única compañía envuelta en un escándalo de ocultación de datos científicos. En Febrero de 2010, el Senado de EEUU publicó un informe
donde se describe cómo la farmacéutica GlaxoSmithKline (GSK) no sólo
mintió sobre los riegos cardiovasculares de uno de sus medicamentos
contra la diabetes sino que además trató de silenciar a los científicos
que los advirtieron. La FDA calcula que este fármaco produjo
83.000 infartos entre los años 1999 y 2007. Hace unos meses, GSK decidió
declarase culpable ante los tribunales norteamericanos.
El caso se remonta a 1999. En varias conferencias científicas
celebradas aquel año, el Dr. John Buse, profesor en la Universidad de
Carolina del Norte-Chapel Hill, comenzó a advertir sobre los posibles
riesgos de la rosiglitazona,
un medicamento que suponía miles de millones de ingresos para GSK.
Tachi Yamada, entonces director de investigación de GSK, envió una serie
de emails intimidatorios a Buse, quien decidió cesar sus críticas.
Ben Goldacre, doctor en Medicina e investigador en la Universidad de Oxford, explora las razones de algunos de estos fraudes en un libro que se publicará esta semana en el Reino Unido.
Según Goldacre, la regulación de la industria farmacéutica es todavía
deficiente. Por ejemplo, las compañías farmacéuticas no están obligadas a
publicar todos los ensayos clínicos que realizan y por lo tanto, los
que se hacen públicos son casi siempre favorables a sus intereses. Es
también una práctica habitual que, cuando investigadores universitarios
aceptan financiación de una farmacéutica, se les haga firmar un contrato
por el cual no pueden publicar ningún resultado sin el permiso de la
compañía. Las farmacéuticas financian además numerosas revistas y
conferencias médicas.
Al igual que con la crisis bancaria, abandonar una industria multibillonaria a las fuerzas del mercado, sin una regulación adecuada, puede tener consecuencias nefastas para todos.
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