Tras su muerte había perdido la capacidad de relaccionarme, había entrado en una espiral de incomunicación, todo vestigio de la persona que era parecía haber desaparecido, como un zombi me arrastraba inmerso en una nube que oscurecía todo lo que tocaba excepto mi pequeño, era la isla de mi dolor, el flotador salvavidas, y la fuente inagotable de amor y ternura necesaria para sobrellevar el desastre.
El vacío que tenía dentro era una rotura desde la raíz, en la base central, un dolor agudo interior, la gran pérdida. El tiempo solo cambia los matices, no amaina la sensación triste que me abraza y me atenaza. Mi cuerpo se mantenía constantemente cerca de la sensación que te queda las primeras décimas de segundo tras haber recibido un tortazo a mano abierta, caído a un lago con el agua helada, la traición de un amigo, visto un accidente de tráfico, tropezado al borde de un acantilado, la tensión de una pelea, sacar fotos en una zona de guerra, sin habla, aturdido y bloqueado. La comunicación se hacía tan difícil, el teléfono me daba calambres y notaba como si alguien me tapara la boca con dos manos.
Tengo el problema localizado y la solución también pero soy incapaz de llevarla a cabo y eso es lo mas frustrante, he de hacer lo que hay que hacer, no hay mas.
Es como empezar de cero tras un accidente motriz, la pe con la a pa la te con la i ti, mierda pa ti.De lo único que estaba seguro es que no estaba seguro de que el tiempo amainaría este estado mental a la deriva que me inundaba.
Debía pedir ayuda pero estaba en una isla desierta en medio del océano de la vorágine de la vida, y todo el mundo está ocupado o con sus propios problemas en sus propias islas .
Sobreviviendo en un mar de islas con sus naúfragos pidiendo socorro y estudiando las mareas para salir a buscar el continente salvador. Piratas del amor, arriar las velas y desmochar los cabos, izar el ancla que nos acercamos a la corriente pacífica positiva que nos llevará a buen puerto o a la muerte segura.
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