La tristeza inundó todo el hondo valle del diafragma,
durante una larga temporada no hubo un solo día de sol.
La palidez invadía cada parte de su cuerpo y
el sudor frío bajaba por sus pantorrillas hasta los talones.
Todo el verdor que hubo desapareció tras la fatal década
creando un aspero desierto de piel muerta
que caía como las hojas de las hayas en el otoño invernal.
Su vida, un desastre monumental y sus circustancias un golpe mortal.
Ni con todo el amor del mundo notaba el calor,
ni con todas las risas de los suyos recuperó el humor.
Tambaleaba su cuerpo de la cama al colchón
y del colchón a la cama, como una sabana vieja roída.
Los años no habían pasado en balde en Ca dolor,
las marcas de las heridas eran evidentes
cicatrices que ahondaban en el ánimo del ser,
borrasca tras borrasca, las costas dormían arrasadas.
La influencia de la luna había desaparecido
y la marea era siempre baja.
Las ruinas del barco asomaban entre la arena,
su casco corroido por la salitre apenas tenía color.
Su palidez apagaba todo lo que su mano tocaba,
como el hermano bastardo del rey Midas
todo en mierda transformaba.
El dolor de sus entrañas
todo lo bueno eclipsaba
su vacío existencial
hizo que se abandonara
asustado frío y solo
tumbado dos palmos de tierra sobre su tesoro.
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