La enfermedad lo que tiene es que aparte de padecerla con todas sus consecuencias, te vas aislando del normal funcionamiento del mundo. La vorágine vital hace que cada uno viva inmerso en sobrevivir, currar, descansar y si tienes suerte socializar.
Cuanto menos gente ves, mas te cuesta hablar, no sabes que decir y poco a poco te abstraes, vas perdiendo el interes por todo y entras en una espiral realmente peligrosa en la que la ilusión va apagandose proporcionalmente a la soledad mal llevada que va oscureciendo tu ser. Dejas de reconocerte, eso es lo mas dificil de encajar, si, que todos cambiamos, maduramos o mutamos según las tortas que te va dando la existencia, que no son pocas.
Empiezas a comprender las caras agrias de toda esa gente que la vida le ha ido dando bofetón tras bofetón sin besos de por medio. Que dificil es manejar una vida en caída libre sin futuro sabiendo que lo bueno pasó, cuando has perdido la esencia de tu ser y apenas te reconoces en el cuerpo que te alberga ni el olor que desprendes debido a los farmacos. Todos vamos cambiando, es un hecho. Lo peligroso es cuando ya no te reconoces, o lo que es peor, no te soportas.
El amor mueve el mundo para bien o para mal y la enfermedad te inmoviliza mientras todo a tu alrededor sigue en movimiento.
Las herramientas para manejar todo esto no están en nuestra mano y ante tanta frustración el agujero se va ampliando y la pescadilla que te muerde la cola en bucle solo te lleva a obsesionarte con tu infelicidad. Cuando nadie te escucha, ni tienes nada que decir vas desconectando los hilos que te atan a la vida, dejas de tener aprecio por ella y lo mas importante pierdes la curiosidad por ver hasta donde te lleva el tortuoso camino.
Os echamos de menos, aunque no seamos capaces de comunicarlo.
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